RESULTA QUE la mamá, Franca, Lara y el Tío Chiflete habían ido de compras. Tenían que comprar botones y varias cosas de supermercado.
Pero cuando estaban por entrar en la mercería, apareció un perro malo que les gruñía y no los dejaba pasar.
- Grrrrrr - les hacía mostrando los dientes.
Entonces el Tío Chiflete dijo:
- Déjenme a mí, que yo sé hablar en idioma perro.
Y se puso en cuatro patas, y se puso a gruñir y a ladrar. El perro miraba para todos lados con cara de no entender nada, y olfateó al Tío con desconfianza.
- Guau - dijo el perro.
- Guau - dijo el Tío.
- Guau guau
- Guau guau
- Guau guau guau guau
- Guau guau guau guau
Y así estuvieron un rato largo. Los dos se ladraban, se gruñían, se olían la cola y hacían pis levantando la pata en un arbolito.
El tío se había sacado la corbata, y se la había enganchado en el cinturón para que pareciera una cola.
Al rato parecía que se habían hecho amigos, porque ladraban mucho más contentos:
- Guau, guau
- Guau, guau
Y habían venido otros perros vagabundos que también ladraban con Chiflete y lo olfateaban todo. Entonces el Tío Chiflete le dijo a la mamá:
- Ya está, nos hicimos amigos y me parece que pronto nos va a dejar pasar para ir a la mercería. Lo que me gustaría es invitarlos a todos a casa a comer unos huesos.
Pero la mamá, que venía cargada con las bolsas del supermercado, le dijo:
- ¿Invitar a casa a todos esos perros? Pero vos estás loco. De ninguna manera. Faltaba más.
Y además ya no hace falta, porque mientras vos te ensuciabas todo y te hacías amigo de ese perro que seguro te llenó de pulgas, yo me fui al supermercado. Y encima de comprar todo, descubrí que tenían botones, así que ya no necesitamos ir a la mercería
Pero cuando estaban por entrar en la mercería, apareció un perro malo que les gruñía y no los dejaba pasar.
- Grrrrrr - les hacía mostrando los dientes.
Entonces el Tío Chiflete dijo:
- Déjenme a mí, que yo sé hablar en idioma perro.
Y se puso en cuatro patas, y se puso a gruñir y a ladrar. El perro miraba para todos lados con cara de no entender nada, y olfateó al Tío con desconfianza.
- Guau - dijo el perro.
- Guau - dijo el Tío.
- Guau guau
- Guau guau
- Guau guau guau guau
- Guau guau guau guau
Y así estuvieron un rato largo. Los dos se ladraban, se gruñían, se olían la cola y hacían pis levantando la pata en un arbolito.
El tío se había sacado la corbata, y se la había enganchado en el cinturón para que pareciera una cola.
Al rato parecía que se habían hecho amigos, porque ladraban mucho más contentos:
- Guau, guau
- Guau, guau
Y habían venido otros perros vagabundos que también ladraban con Chiflete y lo olfateaban todo. Entonces el Tío Chiflete le dijo a la mamá:
- Ya está, nos hicimos amigos y me parece que pronto nos va a dejar pasar para ir a la mercería. Lo que me gustaría es invitarlos a todos a casa a comer unos huesos.
Pero la mamá, que venía cargada con las bolsas del supermercado, le dijo:
- ¿Invitar a casa a todos esos perros? Pero vos estás loco. De ninguna manera. Faltaba más.
Y además ya no hace falta, porque mientras vos te ensuciabas todo y te hacías amigo de ese perro que seguro te llenó de pulgas, yo me fui al supermercado. Y encima de comprar todo, descubrí que tenían botones, así que ya no necesitamos ir a la mercería